"(...)
.- Contador de lagos. ¡Yo, de mayor, quiero ser contador de lagos!
La profesora apartó la mirada de la pizarra, donde confeccionaba una lista con las profesiones que los niños de la clase deseábamos ser de mayores, y la dirigió hasta mi mesa.
.- Sí, contador de lagos. Pero solo quiero contar cuántos hay. Yo iré por el monte y, cuando encuentre un lago, miraré cuán profundo es lanzando una piedra en mitad del agua atada a una cuerda, miraré cuantos pasos mide de longitud y de anchura. Los ríos que llegan a él, de dónde vienen. Y los que del lago sale, hacia dónde van. Miraré si hay peces, o ranas o renacuajos. Y si el agua está limpia o no.
.- Rosa me miró aún con mayor asombro, puesto que no es el trabajo más común que suelen desear los niños de cinco años, pero yo estaba convencido de ello. Era mi destino.
(Fotografía: Lagos de Covadonga, Asturias)
(...) Porque en el fondo una montaña es como una persona: para amarla, primero hay que conocerla, y una vez conocida, puedes saber cuándo está enfadada y cuándo contenta, cómo tratarla, cómo jugar con ella, cómo cuidarla cuando le hacen daño, cuándo es mejor no molestarla... pero la diferencia con cualquier persona es que la montaña, la naturaleza, la tierra, es inmensamente mayor que tú. No hay que olvidar nunca que tú solamente eres un pequeño punto, un puntito en el espacio, en el infinito, y que es ella quien decide en cualquier instante si quiere borrar o no este punto."
("Correr o morir", Kilian Jornet)
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