sábado, 28 de julio de 2012

JUNGLA DE CRISTAL

"Nunca entenderé cómo las personas pueden vivir rodeadas de cemento, hormigón, asfalto, hierro y cristal. Es difícil encontrar en este lugar un solo reflejo de lo que había sido, cuando tiempo atrás la Tierra seguía su curso ajeno a la mano del hombre. ¿Dónde está el agua que, fluyendo con libertad, buscaba abrirse paso entre las rocas para encontrar el mejor camino para llegar a su destino, el mar? ¿Y las flores que intentaban sobrevivir rodeadas de árboles y arbustos, luchando con otras flores para robar aquel rayo de luz que les permitiera mostrar todo su esplendor? Los animales no encuentran el terreno para poder seguir su instinto para refugiarse, buscar sus presas, sus escondites para permanecer lejos de la mirada de sus depredadores; en fin, para vivir. ¿Y nosotros? ¿En el fondo no somos animales? Como los perros, los gatos y los loros, ¿no estamos encerrados entre cuatro paredes de cemento que nos impiden volar libres para poder sentir la esencia humana, la de aquel animal que duerme dentro de nosotros esperando el momento de despertar y correr por su medio? (...)


"(...) Pero una vez despojados de esta artificialidad, desligados de toda humanidad, cuando finalmente hemos encontrado lo que tanto deseábamos, nos sentimos desprotegidos, indefensos y vulnerables. El miedo se instala en nuestras venas, como buscando la adrenalina, esperando el placer inmediato de saltar al vacío, de no poder controlar nuestras emociones, nuestro cuerpo. Al prolongarse esta situación, el miedo a perdernos, de no encontrar la salida, del súbito ataque de un lobo, nos asusta e, irracionalmente, ante cada mínimo ruido o al percibir movimiento, nos damos la vuelta esperando el ataque, buscamos la salida de este profundo pozo por temor a morir, indefensos en medio de la naturaleza. Creo que es el miedo a morir lo que nos asusta cuando no estamos en contacto con nada humano. Nuestros genes no han habituado a la seguridad de un mundo racional, donde todos los caminos nos conducen a la protección de los nuestros, y privados de un vínculo con ellos, sentimos como si el camino de nuestra vida pudiera cortarse en cualquier momento, por peligros ignotos. Es irracional, es el miedo que sentimos por la humanidad, que sin darte cuenta te lo roba todo, te hace sentir suyo, protegido entre sus brazos, y te compaña allá donde llega su mano, pero al mismo tiempo te desarma de aquel instinto que nos permitía descubrir allende sus fronteras".



("Correr o morir", Kilian Jornet)

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