sábado, 21 de julio de 2012

LAGO TAHOE...

"Empieza a caer la noche sobre mis espaldas, el sol se esconde tras los afilados picos y las rocosas paredes bañadas en nieve, y me ofrece los últimos destellos de luz, al tiempo que el cielo se tiñe de rojo en consonancia con los árboles otoñales que tengo detrás de mí. Poco a poco, siguiendo el ritmo de mis pasos, la luz empieza a desaparecer en el oeste, mientras el manto de oscuridad cubre rápidamente el cielo y esconde los tonos naranjas y verdes del bosque, que adopta unas tonalidades crudas mucho más apagadas y oscuras. El camino empieza a desfigurarse bajo mis pies y no tropezar con las piedras que aparecen a mi paso va convirtiéndose en una ardua tarea. La luz se ha llevado consigo el calor, la temperatura desciende y se me empiezan a helar las mejillas y la nariz al contacto con el aire gélido. Las pupilas de los ojos se me han dilatado al máximo en un intento de anticipar lo que sienten las plantas de los pies. Durante los primeros minutos en la oscuridad, los pasos son torpes y me caigo varias veces al suelo sorprendido por una raíz que atraviesa el camino. Pero con el tiempo mis ojos se habitúan a la oscuridad y la vista deja paso a los sentidos del tacto y el oído y veo como si fuera de día...

(Lago Tahoe, California)

... No recuerdo cuántas noches seguidas llevo corriendo, cuántas noches mis ojos no han encontrado reposos para proseguir el camino. Hoy, por primera vez, estoy cansado; por primera vez desde hace muchos días siento los ojos pesados y cómo mi mente planea en un mundo de oscuridad y pesantez. Recuerdo esta sensación..."

("Correr o morir", Kilian Jornet)

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