"Una
mañana, anteayer, llovía a más no poder y el agua arrastraba el polvo y los
desechos, formando ríos de barro por las calles. En el suelo de Libros
Pembroke, cruzado por las sombras de las gotas de lluvia, había restos de
varias cenas mías que me había traído a rastras de la calle, fragmentos y
trocitos de comida mezclados con los desperdicios y restos de la vida ratera:
un envoltorio grasiento, una grasienta hebra de beicon, cáscaras de cacahuetes,
repulgos de pizza. Los obreros habían interrumpido su trabajo, por la lluvia, y
no se oía el estruendo de las máquinas, sustituido ahora por el de la lluvia.
Yo estaba nervioso y deprimido y me pasé la mañanaza arrastrándome de acá para
allá por la tienda. No escampaba. A mediodía ya empezaba a oscurecer, de manera
que tomé la decisión de subirme al cuarto, a tocar un poco. No era nada fácil trepar por el Ascensor, de manera que mis jadeos alteraban el silencio..."
("Firmin", Sam Savage)
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