"Soñaba de niño con ser maestro. El camino al colegio era un senderito hecho de pasos entre las huertas, comido de bichos y florecillas blancas. A veces, amapolas, que llegaban a casa muertas, pero que emocionaban como claveles. Iba hasta la escuela con mi paraguas, pinchándolo en el barro, a modo de bastón. Calándome los tobillos en cada charco y pensando en el abrigo de la clase calentita que daba al patio. Llega ahora el olor a ceras, a cartulinas, a libretas nuevas, a estuches de plástico y sudor infantil. Era mi mesa un terrenito alegre en el que, con buena letra, hacía deberes y me quedaba colgado del techo pensando en las musarañas. Tan amigas siempre de aquella infancia.
La pared con las perchas llenas de abrigos al fondo y una cruz y los reyes sobre la pizarra.
Veo de nuevo la coleta tranzada de la Carmen Tamarit, que solía sentarse cerca de mí, los rizos de la Paqui, el pelito lacio de la Ana, el pelucón de la Begoña, la melenita alegre de la Aida y el flequillo tieso del Vicente. Veo los mismos pantalones, las mochilas idénticas y los jerséis de lana que pinchaban, las rodilleras en el vaquero, las panas y las chaquetas marrones, "sufridas", para jugar.
La fuente junto al conserje, el tío Paco, en la que hacíamos cola, y los bordillos para los que no queríamos jugar al fútbol con la pelota.
Soy yo desde la ventana, pegando recortables en las postales, sacando punta de manera infinita los plastidecores, haciendo bolitas con las gomas de borrar. Universo eterno que dura poco. Pequeño paraíso carente de complicaciones. Algunas faltas, malas costumbres y vanidades varias frente a la pizarra. Colegio. Profesor. Alumnos.
Me acuerdo también de Aurelio, de Ferrer, de Eduardo, de Esmeralda, Sebastián y algunos otros. Me acuerdo de mi miedo a las tablas de multiplicar. Aparece el compás, los afluentes del Ebro, las raíces cuadradas y la revolución industrial. Salta algún dibujo, el columpio, siempre ocupado y la puerta abierta a la hora de la salida. Tropel de muchachos hacia sus casas, otra vez las huertas, los bordillos de las acequias, las carreras y el timbre".
("Adiós, pequeño"; Máximo Huerta)