"Los atardeceres en esta época no se pueden atrapar, Baldo, son furiosos y dominantes; estallan siempre alejados de nosotros y nunca se quedan quietos en el aire. Míralo: el cielo se rompe en pedazos rojos y naranjas con tanta rabia que estas pobres nubes blancas no tienen más remedio que esconderse en el horizonte y allí esperar a la luz violeta que es la única que puede con ellos; entonces, cuando las nubes ya se han teñido del color de la lavanda y ya no se reconocen entre ellas, corren a esconderse entre las hojas de los enebros, atemorizadas unas de otras. Las hojas las atrapan con sus espinas y ellas, quietas en la sombra de la tierra, sueñan que vuelven a ser libres".
("La sombra de la tierra"; Elvira Mínguez)
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