"Yo ya sabía que la muerte existe. Nos roza con su mano helada y nos marca con su huella, sin aviso y sin compasión. A mí ya me había marcado con el accidente de mis padres. Porque, a pesar de la frialdad que había mostrado hacia ellos durante los últimos años, su muerte me había afectado muchos más de lo que habría supuesto. Me dejó huérfano de verdad, sin enemigo contra el que disparas mis ataques de ira. Sí. Yo ya había visto la cara de la muerte. La conocía bien, Pero todavía no me había enfrentado a su lado más cruel, ese que se lleva una parte de ti mismo y te envuelve en un vacío que no puede volver a llenarse. El que te obliga a reprocharte las cosas que se quedaron por hacer; lo que no dijiste; lo que no deberías haber dicho; y lo que se dio por entendido pero nunca salió de tu boca".
("Mientras pueda pensarte", Inma Chacón)
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