"Le gustaba hacer esas payasadas, casi tanto como aprender de ellos. Le gustaba pensar que colaboraba en el desarrollo humano de los chavales tanto como su pupilos colaboraban en su recuperación anímica, porque, aunque se había reinventado como profesor, en realidad era él quien llenaba cada día su mochila de experiencias"
("El último gudari"; José María Nacarino)
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