"-Creo...creo que, de hecho nunca te he dado las gracias, ¿no, Alfie?.
-Por tener éxito en tu misión secreta -le respondió Georgie, con una sonrisa-. Por ir a buscarme al hospital. Por sacarme de allí.
Ir a buscarme, llevarme a casa, salvarme. Nunca super por qué pensabas que debías hacerlo.
Georgie entró el carro en la vaquería y tiró de las riendas para que Señor Asquith se detuviera. Dentro estaba oscuro, y se volvió para mirar fijo a su hijo, su Alfie, que estaba preguntándose si podría volver a acompañarlo al día siguiente.
-Dime, hijo -continuó-, ¿por qué te tomaste tantas molestias?
Alfie se volvió y lo miró de hito en hito. Tenía muchos recuerdos en la cabeza, vivencias que en ocasiones no le dejaban dormir o le provocaban pesadillas similares a las de Georgie. La preocupación cuando su padre desapareció. El hedor del hospital. Los temblores de los pacientes. Su modo de hablar, los disparates que decían. Eran vivencias que jamás olvidaría, vivencias que influirían en el hombre que un día sería.
-¿Por qué, hijo? -repitió Georgie.
Alfie negó con la cabeza, apartó la mirada y se encogió de hombros por enésima vez ese día. No podía decirle la razón. Todavía no. Quizá cuando fuera mayor sería capaz de expresar las palabras en voz alta. En definitiva, ya las sabía. El señor Janácek se las había dicho hacía tiempo.
Lo había hecho por la mejor razón del mundo. Por amor"
("Salid de la trinchera y luego corred", Jonh Boyne)
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