"Morir es parte de la vida, no de la muerte: hay que vivir de la muerte", dice con deslumbrante sencillez la doctora Iona Heath. Los humanos no sabemos qué hacer con la muerte. Grande impensable inmanejable cruel horrible. Así que, como no sabemos qué hacer, hemos fabricado túmulos, dólmenes, necrópolis megalíticas, mastabas, pirámides, sarcófagos, panteones, tumbas colectivas, tumbas individuales, sepulcros, monumentos memoriales, lápidas, criptas, nichos, osarios, solemnes cementerios. El tiempo, el dinero, el esfuerzo y espacio invertidos en construir para los muertos hubieran podido mejorar bastante la vida de los vivos. Aunque, si se piensa bien, ¿qué más da? Esos vivos no eran más que proyectos de cadáveres.
Pero ni siquiera la pirámide más monumental es suficiente para defendernos de la muerte, así que además nos hemos rodeado de ritos. Qué importantes son esos ritos para los vivos..."
("La ridícula idea de no volver a verte"; Rosa Montero)