martes, 29 de mayo de 2012

UNA MAÑANA DE DICIEMBRE

"Katrin se despertó y se preguntó para qué. Empezaba un día del que podía decir con los ojos cerrados que no iba a ser más claro porque los abriera. Uno de esos días en los que se sacrifica la calidez debajo del edredón por la certeza de que fuera no se encontrará nada más satisfactorio que obligaciones que cumplir. Uno de esos días en los que uno intenta constantemente convencerse de que le ha tocado algo bueno, de que todo va bien, de que no se puede quejar. Eso era lo peor de estos días: que aburrían sin descanso, desde el despuntar del alba hasta la liberación al abrazarse a la almohada al caer la noche, y uno no podía quejarse; porque las cosas le iban bien.


Por ejemplo, una ayudante de técnico sanitario de Oftalmología que tenía que pasar seis horas realizando un trabajo en cadena que incluía una vertiente social tenía que mostrarse de buen humor, apretarse las tuercas que hiciera falta en el cerebro, para tratar a los pacientes según la normativa de la buena atención al cliente, y exprimir hasta la última gota de alegría y ganas de vivir que se le podía extraer a un maldito y oscuro día de diciembre. A cambio, en el mejor de los casos, recolectaría piropos de folleto publicitario referidos a la blancura de sus dientes o el brillo de sus ojos verdes. En la mayoría de los casos, sin embargo, envidias; porque la gente tiene muy mal carácter y cuando se ve a alguien de buen humor y con ganas de vivir, sobre todo en uno de esos días, lo lógico es pensar que a ésa, a ésa sí que le va bien".

("La huella de un beso", Daniel Glattauer)

domingo, 27 de mayo de 2012

LLUVIA


"Una mañana, anteayer, llovía a más no poder y el agua arrastraba el polvo y los desechos, formando ríos de barro por las calles. En el suelo de Libros Pembroke, cruzado por las sombras de las gotas de lluvia, había restos de varias cenas mías que me había traído a rastras de la calle, fragmentos y trocitos de comida mezclados con los desperdicios y restos de la vida ratera: un envoltorio grasiento, una grasienta hebra de beicon, cáscaras de cacahuetes, repulgos de pizza. Los obreros habían interrumpido su trabajo, por la lluvia, y no se oía el estruendo de las máquinas, sustituido ahora por el de la lluvia. Yo estaba nervioso y deprimido y me pasé la mañanaza arrastrándome de acá para allá por la tienda. No escampaba. A mediodía ya empezaba a oscurecer, de manera que tomé la decisión de subirme al cuarto, a tocar un poco. No era nada fácil trepar por el Ascensor, de manera que mis jadeos alteraban el silencio..."

("Firmin", Sam Savage)

viernes, 25 de mayo de 2012

ESCRIBIR ES SOÑAR CON LAS MANOS


“Mi padre presumía de haber sido el primero en fabricar un bisturí eléctrico en España, aunque seguramente tomó la idea de una publicación extranjera. Recuerdo haberle visto inclinado sobre la mesa del taller, efectuando cortes en un filete de vaca, asombrado por la precisión y la limpieza del tajo. No olvidaré nunca el momento en el que se volvió hacia mí, que le observaba un poco asustado, para pronunciar aquella frase fundacional:

.-Fíjate, Juanjo, cauteriza la herida en el momento de producirla.

Cuando escribo a mano, sobre un cuaderno, como ahora, creo que me parezco un poco a mi padre en el acto de probar el bisturí eléctrico, pues la escritura abre y cauteriza al mismo tiempo las heridas".

("El Mundo", Juan José Millás)

jueves, 24 de mayo de 2012

LA PLAYA

“Durante años he huido sin saber de qué. Creí que, si corría más que el horizonte, las sombras del pasado se apartarían de mi camino. Creí que, si ponía suficiente distancia, las voces de mi mente se acallarían para siempre. Volví por fin a aquella playa secreta frente al Mediterráneo. La ermita de Sant Elm se alzaba a lo lejos, siempre vigilante. Encontré el viejo Tucker de mi amigo Germán. Curiosamente, sigue allí, en su destino final entre los pinos.
Bajé a la orilla y me senté en la arena, donde años atrás había esparcido las cenizas de Marina. La misma luz de aquel día encendió el cielo y sentí su presencia, intensa. Comprendí que ya no podía ni quería huir más. Había vuelto a casa.”



("Marina", Carlos Ruiz Zafón)

miércoles, 23 de mayo de 2012

BOTAS DE COLOR MARRÓN



“(…) Entonces estrené unas botas de color marrón. No sé cómo llegaron a casa ni por qué fueron directamente a mis pies, pero se trataba de la primera vez que estrenaba algo, por lo que cada minuto del día era consciente de ellas. Me llegaban hasta el tobillo, de forma que ceñían todo el pie, trasmitiendo una rara sensación de seguridad al resto del cuerpo. Proporcionaban a mis piernas una ligereza sorprendente, como si estuvieran impulsadas por un aliento invisible. En uno de los cromos de la colección sobre el FBI y la Interpol salía un zapato cuyo tacón se desplazaba hacia un lado dejando al descubierto un receptáculo secreto, donde se podían esconder un microfilm y una cápsula de cianuro. Los tacones de mis botas tenían un grosor semejante al del zapato del cromo, pero no eran móviles. A mí me gustaba imaginar que el interior contenía un pequeño motor que aminoraba la fuerza de la gravedad. ¿Cómo explicar, si no, la ligereza que adquiría cuando las llevaba puestas?.
Se acoplaban al cuerpo como la masa al molde. En mi fantasía constituían una extensión de mi piel, de tal manera que por la noche, más que quitármelas, me las tenía que extirpar. Debido al uso intensivo al que las sometí y a su probable mala calidad, pronto se manifestó sobre su superficie un conjunto de grietas que yo intentaba aliviar aplicando sobre ellas, a modo de ungüento curativo, una capa de jabón de cocina. Pese a mis cuidados, las grietas no tardaron en convertirse en heridas abiertas por las que se asomaban, a manera de vísceras, los calcetines. Guardo un recuerdo muy penoso de la agonía de aquellas botas fabulosas (…)
(...) Tengo desde aquella experiencia la convicción de que el calzado es, de todas las prendas de vestir, aquella que cuenta con una vida propia más activa".

("El Mundo", Juan José Millás)

martes, 22 de mayo de 2012

BELLAS DURMIENTES


"Mi amigo Óscar es uno de esos príncipes sin reino que corren por ahí esperando que los beses para transformarse en sapo. Lo entiende todo al revés y por eso me gusta tanto. La gente que piensa que lo entiende todo a derechas hace las cosas a izquierdas, y eso, viniendo de una zurda, lo dice todo. Me mira y se cree que no le veo. Imagina que me evaporé si me toca y que, si no lo hace, se va a evaporar él. Me tiene en un pedestal tan alto que no sabe cómo subirse. Piensa que mis labios son la puerta del paraíso, pero no sabe que están envenenados. Yo soy tan cobarde que, por no perderle, no se lo digo. Finjo que no le veo y que sí, que me voy a evaporar...


...Mi amigo Óscar es uno de esos príncipes que harían bien manteniéndose alejados de los cuentos y de las princesas que los habitan. No sabe que es el príncipe azul quien tiene que besar a la bella durmiente para que despierte de su sueño eterno, pero eso es porque Óscar ignora que todos los cuentos son mentiras, aunque no todas las mentiras son cuentos. Los príncipes no son azules y las durmientes, aunque sean bellas, nunca despiertan de su sueño. Es el mejor amigo que nunca he tenido y, si algún  día me tropiezo con Merlín, le daré las gracias por haberlo cruzado en mi camino”

("Marina" , Carlos  Ruiz Zafón)

lunes, 21 de mayo de 2012

EL CIRCO




"En Varsovia, gracias a las artes y los manejos de Sergei, nos unimos a una compañía circense que se dirigía a Viena. Mis primeros recuerdos son de aquellas gentes y sus animales. La carpa de un circo, los malabaristas y un faquir sordomudo llamado Vladimir que comía cristal, escupía fuego y siempre me regalaba pájaros de papel que construía como por arte de magia... El circo fue mi escuela y el hogar donde crecí. Ya por entonces sabíamos, sin embargo, que estaba condenado. La realidad del mundo empezaba a ser más grotesca que las pantomimas de los payasos y los osos danzarines... El siglo XX se había convertido en el gran circo de la historia".

("Marina", Carlos Ruiz Zafón)

domingo, 20 de mayo de 2012

MUNDO PERFECTO



"Dentro de la bola de nieve del escritorio de mi padre había un pingüino con una bufanda a raya rojas y blancas. Cuando yo era pequeña, mi padre me sentaba en sus rodillas y cogía la bola de nieve. La ponía al revés, dejaba que la nieve se amontonara en la parte superior y le daba rápidamente la vuelta. Los dos contemplábamos cómo caía la nieve poco a poco alrededor del pingüino. El pingüino estaba solo allí dentro, pensaba yo, y eso me preocupaba. Cuando se lo comenté a mi padre, dijo: "No te preocupes, Susie; tiene una vida agradable. Está atrapado en un mundo perfecto"

("Desde mi cielo", Alice Sebold)